Vídeo: 5 preguntas y respuestas pro evolucionistas.

Publicado por Jorge Rendón. - 2017-06-12
En general la idea de que venimos del mono está mal entendida.
Por supuesto que descendemos de antepasados primates. Pero no descendemos de ninguna especie de mono actualmente viva. “Entonces si la evolución es cierta, ¿por qué no siguen evolucionando los monos en hombres?” Una pregunta que con frecuencia reciben los profesores de escuelas a través de sus alumnos. En realidad nunca ‘salieron” humanos de los monos (los chimpancés). Los chimpancés no son nuestros antepasados. Podría decirse que en un amplio sentido son nuestros “hermanos evolutivos”. Ambas especies descendemos de un antepasado común que vivió en las selvas africanas del Mioceno. El género Pan (chimpancés) y el género Homo (humanos) compartimos un antepasado común a partir del cual cada linaje siguió su propio rumbo. Los chimpancés son especies vivas que tienen su propia historia evolutiva. Nosotros hemos seguido la nuestra.
Validando una teoría que tiene más de 150 años.
La idea que asocia a los chimpancés actuales con la afirmación de que descendemos del mono es una idea equivocada, antigua y sin embargo está vinculada fuertemente a nuestro pensamiento actual.
Después de que saliera el libro “Origen de las Especies” de Charles Darwin en 1859, los científicos empezaron a buscar el “eslabón perdido” que se vincula entre las especies que se creía estaban en los reportes de los fósiles. Por lo tanto, si pudieran encontrarlo, podrían crear un árbol de cómo fue evolucionando. Entonces, nuestros orígenes se ven plasmados como si fuera un árbol que va desde las formas menos evolucionadas de vida hasta las ramas más bajas, o sea la trayectoria evolutiva que los científicos asumen nos llevan desde los primeros primates hasta tiempos modernos hoy en día. Sin embargo, aunque se cree que los eslabones existen de acuerdo a las ilustraciones comunes, y a pesar de que han transcurrido más de 150 años de búsqueda de la evidencia que los respalde, aún está por comprobarse.
La gran cadena de los seres, muy arraigada en el pensamiento occidental, se expresa como un paradigma en todos esos esquemas en forma lineal de la evolución humana que se repiten una y otra vez, incluso en logos de diseño de ciertas instituciones académicas de reciente creación. Del mono peludo que anda a cuatro patas al humano actual, erguido y lampiño, por lo general varón y blanco.
La evolución de los homínidos la entendemos hoy como un proceso de ramificaciones sucesivas que se pueden comparar como si fueran ramas de un árbol. Cada ramificación origina dos linajes de evolución con un hipotético antepasado común de esos dos linajes. Si nos concentramos en nuestra relación con los simios africanos visualizamos el proceso evolutivo como la ramificación de las poblaciones de un hipotético antepasado común que dio origen, por un lado, al linaje de los gorilas y, por otro, al linaje de unos simios que, en su posterior evolución, darán lugar al ancestro común exclusivo de chimpancés y humanos. Por un lado, al linaje de los chimpancés y, por el otro, al linaje de los homínidos, del que eventualmente surgiría la especie humana. De esta forma comprendemos la evolución como una sucesión por jerarquías de antepasados comunes de los que se derivaron los linajes, algunos con representantes vivos, muchos otros extintos antes del presente
¿Seguimos evolucionando?
Definitivamente si, y nos estamos haciendo más resistentes.
Por ejemplo, las personas que viven en las ciudades han desarrollado mutaciones que las hacen más resistentes contra enfermedades como la tuberculosis o la lepra, también nos hemos hecho tolerantes a la lactosa, así como los nuevos virus cada vez se están haciendo más resistentes a los antibióticos, por mencionar solo algunos ejemplos.
Ahora que comprendemos un poco más esta teoría valdría la pena analizar los conceptos de creación que actualmente tenemos y así acercarnos lo más posible a una respuesta acertada a nuestras interrogantes milenarias.
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